El Optimismo Negativo ¿Puede ser contraproducente el exceso de optimismo?

En este post queremos reflexionar sobre el Optimismo Negativo…

Desde hace un tiempo para acá, debido al malestar generalizado ocasionado por la crisis económica y la desorientación que padece la sociedad en general en cuanto a saber priorizar los principios y valores adecuados, los autores que componen la industria de la autoayuda nos han estado repitiendo una y mil veces la importancia del pensamiento positivo y el optimismo para atraer cosas buenas a nuestra vida. Además se nos afirmaba que las cosas negativas que configuraban nuestras vivencias nos habían sido brindadas por nuestra forma de pensar, con lo cual al malestar de los individuos que las padecían, había que sumarle el sentimiento de culpa por considerarse los responsables de ello.

El divulgador,  periodista, ensayista y sociólogo canadiense Malcom Gladwell, recopiló una serie de datos y estadísticas que indican que nuestra probabilidad de obtener logros depende de una acumulación estable de ventajas como el lugar o la época en la que nacemos, las condiciones materiales de la sociedad en la que nos criamos, el prestigio o posición socioeconómica de nuestra familia, etc. Es por este motivo por el cual, según este autor, la hipótesis de la omnipotencia del optimismo no se sostiene.

Parece que ha habido una tendencia demasiado marcada al estudio de las características individuales de las personas triunfadoras. Se nos han descrito sus hábito, personalidad, carácter, manera de actuar,… Pero no se han tenido en cuenta otros factores que también pueden resultar extremadamente influyentes como el entorno social o cultural, la familia, la generación o la época histórica.

Gladwell analizó las circunstancias que rodearon el éxito de futbolistas, figuras de los negocios y grupos de rock; y en todas halló conjunciones azarosas que explican su suerte mejor que el pensamiento positivo. El mensaje incondicional sobre la importancia del optimismo nos impide percibir que en muchas situaciones los logros y las tragedias poco o nada tienen que ver con nuestra manera de pensar.

Pasar por momentos difíciles es necesario muchas veces para poder avanzar. El profesor y escritor Eric G. Wilson nos dice a través de sus ensayos, que la felicidad futura depende en gran medida de un malestar presente que nos incita a actuar para cambiar nuestra situación. Lo que sucede es que la idea de que el pensamiento positivo puede ser una vía directa hacia la felicidad y ahorrarnos todo tipo de sufrimiento es muy atractiva. Según el psicoterapeuta Giorgio Nardone, esto ocurre porque al inculcarnos la «ley de la atracción» (por muy irracional que ésta resulte), nos hace creer que nuestra alegría o vitalidad aumenta las probabilidades de que nos sucedan cosas buenas. Pero es la misma razón por la que las tribus antiguas pensaban que haciendo determinadas danzas o rituales la lluvia llegaría. Aun así a todos nos gustaría creer en la magia de nuestro pensamiento, y la industria de la autoayuda ha sacado mucho partido de este anhelo.

Son muchos los científicos que cuestionan este fanatismo del optimismo. La psicóloga de la Universidad de Nueva York Gabirele Oettingen, nos dice que disfrutar de una experiencia deseada como si ya se hubiese conseguido, hace que desaparezca la desazón y el entusiasmo necesario para lograr nuestro objetivo. De ahí el peligro de dedicar más tiempo a pensar en positivo que a desarrollar las estrategias necesarias para resolver nuestros problemas.

Un estudio realizado por la profesora de la Universidad de Nueva York Heather Kappes, demostró este hecho. Los participantes en este estudio pasaron unas horas sin beber líquidos. Cuando la sed arremetió, sometió a un grupo de ellos a una autohipnosis que les hizo sentir una placentera saciedad. El pensamiento optimista consiguió hacer que se sintieran bien, pero ese efecto relajante eliminó la motivación y muy pocos bebieron agua cuando ya pudieron hacerlo. Esto nos muestra uno de los riesgos del pensamiento positivo, ya que éste en algunas ocasiones puede resultar muy poco adaptativo.

A día de hoy, los psicólogos saben que las emociones negativas tienen un mayor peso sobre nosotros y son más duraderas que las positivas. Esto ocurre porque son necesarias mientras no hemos cambiado la situación o solventado la adversidad que nos las provoca. Por otro lado los sentimientos positivos tienen menos importancia adaptativa que los negativos, porque no son esenciales para resolver problemas.

La ensayista y activista social estadounidense Barbara Ehrenreich, reivindica el derecho al enfado y argumenta que, en ocasiones, la tristeza, la ira, el miedo, y el comportamiento retador ayudan a cambiar aquello que no funciona. Las emociones y sentimientos negativos han servido al ser humano para variar el rumbo de los acontecimientos.

Muchos terapeutas se oponen a esta corriente optimista carente de bases científicas, ya que han podido comprobar los riesgos que entraña. Por ejemplo, cuando se le pide a una persona deprimida que intente pensar de forma optimista, lo único que se consigue es acentuar su melancolía. Cuando nos sentimos tristes, nuestra mente tiende a compararnos con el resto de gente. El que no logramos pensar de forma positiva y ver que otros sí que lo consiguen, acaba por generarnos una gran impotencia y frustración, además de dañar nuestra autoestima.

Como prueba de la falta rigor de esta corriente de pensamiento, encontramos el caso de la escritora de libros de autoayuda Choi Yoon-Hee. Esta escritora surcoreana fue conocida mundialmente por sus veinte obras y varios programas de televisión, en los que defendía el gran poder de la esperanza y el optimismo. No obstante se suicidó junto a su marido en cuanto comenzó a sufrir problemas de salud.

El psicólogo y divulgador Eparquio Delgado, lanza otra advertencia sobre esta corriente de pensamiento positivo y el tipo de mensaje social que lanza. Este autor alerta sobre las consecuencias de la tendencia a atribuir el éxito y el fracaso a actitudes internas, ya que da a los poderosos una justificación psicológica que les permite culpabilizar a los más desfavorecidos, achacándoles su falta de optimismo.

Además, como nos dice el filósofo José Antonio Marina, la idea de que no nos entristecen las cosas, sino las creencias que tenemos sobre las cosas, y que cambiando nuestras creencias podemos sentirnos bien, puede conducir a una resignación social y a un cierto hedonismo emocional individualista.

Debemos tomar conciencia de que le malestar emocional es el primer paso para transformar aquellas situaciones susceptibles de mejora, y debemos entender el dolor como el sistema de alarma de que tenemos que mejorar algo. ¡Una vez solucionado ya disfrutaremos de la felicidad y satisfacción de haberlo conseguido!

A continuación os exponemos 5 consecuencias terribles del optimismo tóxico para nuestra vida sacadas de la web Rincón de la Psicología:

  1. Te mientes a ti mismo.Mantener un optimismo desmesurado, sin tener en cuenta la realidad, equivale a mentirse a sí mismos, aunque lo peor de todo es que no somos plenamente conscientes de que nos estamos autoengañando.
  1. Desarrollas una atención selectivaSer excesivamente optimista nos llevará a centrarnos exclusivamente en las cosas que queremos ver. Ese optimismo desmesurado hará que interpretemos incluso las señales de alarma como confirmaciones de que todo va bien, llevándonos a ignorar los pequeños problemas, que probablemente seguirán creciendo hasta convertirse en obstáculos insuperables.
  1. Das pasos en la dirección equivocada. El optimismo excesivo impide realizar una valoración objetiva de la realidad, como resultado, no somos capaces de adaptar nuestro guión a lo que ocurre y terminaremos dando pasos en la dirección errónea, en pos de una meta inalcanzable.
  1. No tener un plan alternativo. En la vida, sobre todo cuando emprendemos proyectos importantes, es fundamental mantenerse atentos a los cambios de dirección para corregir el rumbo si es necesario. El optimismo tóxico nos impide siquiera valorar esa posibilidad.
  1. Desarrollas expectativas irreales. Organizamos gran parte de nuestra vida en base a lo que esperamos conseguir, lo cual significa que alimentar expectativas irreales hará que vivamos en el mundo de nuestra mente, alejándonos cada vez más de la realidad.

¿Cómo protegerse del optimismo tóxico sin caer en el pesimismo?

  1. Comprender qué es realmente el optimismoAlgunas personas asumen el optimismo como una negación. En realidad, si nos ha ido mal, debemos buscar las causas y aprender de los errores para no volver a cometerlos. El optimismo beneficioso es aquel que nos permite seguir adelante, a pesar de las cosas negativas pero siendo conscientes de ellas.
  1. Abrazar el optimismo proactivo. Ser optimistas es positivo, decenas de investigaciones han demostrado sus beneficios para nuestra salud mental y física. Sin embargo, sentarse a desear algo no hará que ocurra. Por eso, es importante que el optimismo se acompañe con un plan de acción.
  1. Bebe una dosis de negativismo estratégicoNo consiste en adoptar una actitud pesimista sino adelantarse a los posibles problemas y buscar soluciones, de manera que no tengamos que renunciar a nuestros sueños. Debemos prever los problemas y contratiempos, para que estos no se conviertan en obstáculos insuperables.

¡Desde Nueces y Neuronas esperamos que estos consejos os resulten útiles!

 

 

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