
¿Cómo actúa el cerebro cuando sentimos una adicción? ¿Las adicciones solo son hacia determinadas sustancias, o también podemos sentirla por internet, por otra persona o por los videojuegos? ¿Cómo se producen estos fenómenos?
La adicción se define como la dependencia a sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico, y también como la afición extrema a algo. Desde el punto de vista psicológico, la adicción es un aprendizaje con recompensa que se vuelve patológico, ya que acaba por generar una serie de desequilibrios en la conducta del individuo que la padece, la cual acaba perjudicando diferentes planos de su vida como el laboral, social o familiar.
Este tipo de comportamiento suele ir asociado al consumo de alcohol u otro tipo de sustancias como el tabaco, así como los juegos de azar. Esto se debe a que éstos activan los mecanismos de recompensa cerebral, desarrollando un condicionamiento que acaba por afectar tanto a las características funcionales como estructurales del cerebro.
Esto también puede ocurrir con actividades cuya finalidad es la experimentación de sensaciones novedosas o saciar la curiosidad. Este tipo de conductas suelen generar placer innato, lo cual se debe a la liberación de dopamina, un neurotransmisor que procesa los estados de emoción positiva, y que es especialmente importante para las funciones motoras, así como para las respuestas nerviosas relacionadas con la expresión de las emociones.
Las drogas generan una cascada de este neurotransmisor en diferentes zonas del cerebro. Algunas como la cocaína provocan que la dopamina permanezca más tiempo en el espacio intersináptico ―punto de conexión entre dos neuronas―, prolongando así el efecto placentero. Otras como la nicotina, estimulan directamente las neuronas productoras de este agente químico. Y el éxtasis, por ejemplo, es una sustancia neurotóxica que literalmente acaba por destruir las neuronas.
Cuando se prolonga en el tiempo el consumo de este tipo de sustancias, disminuyen los receptores de dopamina que poseen las neuronas, los cuales pueden permanecer bajos hasta un año después de dejar el consumo. Esto a su vez provoca una disminución en la sensación de placer asociado al consumo de estas sustancias, y por ello el organismo demanda una mayor cantidad para conseguir el mismo efecto que al principio. Esto lo hace a través de las sensaciones de ansiedad y compulsividad asociados al síndrome de abstinencia. Afortunadamente, la adicción no se genera en un primer consumo, sino que requiere un largo proceso de consolidación, como cualquier otro aprendizaje.
El hipocampo es una estructura perteneciente al sistema límbico cerebral, que guarda la memoria del estímulo gratificante, estableciendo un recuerdo de forma más intensa y permanente cuanto más placentero haya sido el estímulo, estableciendo la memoria emocional esencial en las adicciones.
Al inicio de estos comportamientos, se aprende inconscientemente las circunstancias ambientales que rodean la experiencia. De este modo, la recompensa queda asociada a un estímulo percibido por nuestros órganos sensoriales ―olor, color, textura, espacio, sabor,…―. Al percibir de nuevo estos estímulos, la dopamina promueve el recuerdo inconsciente asociado a la recompensa y pone en marcha la conducta necesaria para conseguir de nuevo las sensaciones placenteras.
Cuando se ha condicionado una conducta adictiva, se pierde el control sobre los circuitos de los lóbulos frontales del cerebro ―los cuales se encargan del proceso de toma de decisiones― y acaban generando respuestas automáticas e impulsivas. De este modo los individuos que han padecido, o padecen, algún tipo de adicción, pueden sentirse obligados a consumir.
Muchas conductas de este tipo se desarrollan durante la adolescencia, periodo de la vida asociado al descubrimiento y la experimentación de sensaciones. El problema reside en que en esta etapa, todavía no han madurado del todo los sistemas de recompensa ni los de memoria emocional.
Es importante hacer saber que las alteraciones cerebrales generadas por una conducta adictiva no se resuelven solo con fuerza de voluntad. Pero resulta esencial adquirir conductas preventivas y de autocontrol para protegerse contra las imprudencias para ayudar a frenar el impulso placentero. Resulta esencial adoptar medidas educativas que ayuden a que los individuos que configuran el tejido social puedan adoptar conductas de prevención para no caer en la dependencia, y acaben desarrollando una conducta de adicción destructiva.
A continuación podéis ver un vídeo divulgativo de la Universidad de Navarra sobre las adicciones, en el cual se exponen y se amplían los contenidos anteriores. ¡Esperamos que lo disfrutéis!
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