Inteligencia, un concepto vivo

Hasta no hace mucho tiempo la inteligencia era un término que se entendía de una forma casi absoluta, o se era o no se era inteligente. Como mucho se permitía un rango de grados bastante limitado como podrían ser: no se era inteligente, se era un poco inteligente, se era bastante inteligente o se era muy inteligente. Seguramente esta corriente de pensamiento tuvo su origen en el sistema educativo en el que se escolarizaron nuestros padres y nuestros abuelos. La escuela de entonces era quien hacía esta selección de los alumnos en función de si asimilaban mejor o peor una serie de contenidos de carácter científico, matemático o lingüístico.

Afortunadamente este paradigma ha ido quedando obsoleto pero… ¿hasta qué punto?

La Real Academia de la Lengua Española contempla las siguientes acepciones de la palabra inteligencia:

  1. Capacidad de comprender o entender.
  2. Capacidad de resolver problemas.
  3. Habilidad, destreza y experiencia.

Atendiendo a estas definiciones, ¿qué respuesta darías si te preguntasen si eres inteligente?

Debemos tomar conciencia de que el concepto de inteligencia parece ser un concepto vivo y en constante evolución. Según los especialistas, no existe una definición universalmente aceptada de inteligencia. Etimológicamente proviene del latín “intelligentia” compuesto por inter (entre) y legere (saber, escoger). Por eso la entendemos como la capacidad de elegir entre varias opciones para resolver una cuestión o problema. Pero esta definición parece demasiado insustancial.

Uno de los primeros autores de peso que generó una revolución en el campo de la inteligencia fue el psicólogo y profesor de la Universidad de Harvard, Howard Gardner, cuando en 1983 postuló la Teoría de las Inteligencias Múltiples. Según Gardner, la inteligencia global de un individuo podía descomponerse en siete inteligencias diferentes entre las que se encontraban: inteligencia lingüística, inteligencia lógico-matemática, inteligencia espacial o visual, inteligencia musical, inteligencia corporal-kinestésica, inteligencia intrapersonal e inteligencia interpersonal. Posteriormente añadió otras dos como la inteligencia naturalista y la inteligencia existencial. Otros autores continuaron con esta descomposición llegando hasta doce inteligencias diferentes.

Este nuevo paradigma de la inteligencia era mucho más alentador y completo, ya que nos daba a entender que si en una serie de materias un estudiante no destacaba, esto no significaba necesariamente que no fuera inteligente, puesto que podía destacar en otras relacionadas con otro tipo de inteligencia.

Varios años después, el psicólogo Daniel Goleman popularizó el concepto de Inteligencia Emocional, el cual el mismo Goleman definía como “La capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, para motivarse y gestionar la emocionalidad en nosotros mismos y en las relaciones interpersonales”. En ese momento comenzó a darse más importancia a los estados emocionales, así como su influencia en los procesos mentales. Parecía esencial contemplar si un sujeto comprendía y sabía gestionar sus propias emociones, así como las de los demás, para poder catalogarlo como una persona inteligente. La idea de que nuestro sistema límbico asocia una emoción determinada a cualquier estímulo que percibimos de nuestro entorno o durante el proceso de aprendizaje, volvió a revolucionar el paradigma de la inteligencia.

Además de todo esto, algunos autores como el educador y doctor por la Universidad de Londres Ken Robinson, afirman que la inteligencia está íntimamente ligada a los procesos creativos del individuo. Este autor mantiene que la creatividad tampoco es un término absoluto, y que se puede aprender del mismo modo que se aprende a leer. En su libro El Elemento nos habla de la importancia de encontrar ese tipo de actividades en las que nos ocurra lo siguiente:

  1. Que comprendemos lo que hacemos de forma natural.
  2. Nos encanta lo que hacemos hasta el punto de perder la noción del tiempo.

Desde su punto de vista la creatividad tiene los siguientes secretos que todo profesional de la enseñanza, así como sus alumnos, deberían conocer:

― Elegir adecuadamente su «elemento» y conectar con él a través de la pasión.

―Tenemos que sentir cierta sensación de control.

― Convertir la creatividad en algo central y no aplicarla únicamente en determinados planos de nuestra vida.

― Utilizar nuestros procesos creativos para aportar valor a la vida de los demás.

Robinson afirma que cuando alguien cree que no es creativo ―del mismo modo que el que piensa que no es inteligente― esto se debe a que no le han enseñado correctamente a serlo, o que no ha estudiado lo suficiente y no lo ha puesto en práctica. Es un error pensar que no se puede hacer nada cuando una persona no es creativa. La creatividad se puede enseñar y esto debería hacerse en las escuelas y en las empresas.

Una parte del proceso creativo consistiría en lanzar hipótesis, hacer bocetos y explorar posibilidades. Una segunda parte en ser críticos, hacer juicios constructivos sobre los resultados y preguntarnos qué funciona y qué no. Es un proceso que requiere disciplina y práctica.

Si esta aportación de la creatividad al concepto de inteligencia no te parece reveladora, deberías conocer lo que el doctor Mario Alonso Puig nos dice sobre el entusiasmo y su influencia sobre la inteligencia. El doctor Puig mantiene que se ha comprobado a través de escáneres cerebrales, que cuando una persona se entusiasma con algo se produce un mayor número de sinapsis neuronales. Las sinapsis son el punto de unión entre dos neuronas y desde el punto de vista de la Neurociencia, un mayor número de conexiones neuronales equivale a un aumento de la inteligencia. De este modo cuando nos entusiasmamos con algo nos hacemos literalmente más inteligentes desde el punto de vista de la ciencia. Además aumenta el riego sanguíneo en el lóbulo prefrontal del cerebro (zona encargada de los procesos creativos y la toma de decisiones), favoreciendo el desarrollo de nuestra creatividad, y haciendo posible que seamos más eficaces y resolutivos.

Un nuevo concepto relacionado con la inteligencia nos viene dado por el filósofo y pedagogo español José Antonio Marina, y es el de inteligencia ejecutiva. Marina nos dice que cuando hablamos de inteligencia debemos contemplar dos nieves:

1º El primero es en el que se capta la información, se elaboran las ideas, se hallan los deseos, impulsos, sentimientos, los recuerdos y nuestra imaginación.

2º El segundo es el que trata de controlar, dirigir, corregir, iniciar o apagar todas esas operaciones mentales generadas en el primer nivel.

En teoría a todos nos gustaría ser más alegres, tenaces, ingeniosos, optimistas y en definitiva libres. El desarrollo de estas cualidades es lo que una persona con una buena inteligencia ejecutiva se propone como objetivo y puede conseguir mediante el entrenamiento y la disciplina.

Desde no hace mucho, a raíz de la crisis económica, se está popularizando el término inteligencia financiera, el cual podríamos definir como la capacidad de resolver problemas relacionados con las finanzas y con nuestra economía personal o empresarial. Las características de una persona con una elevada inteligencia financiera serían las siguientes:

  • Conseguir aumentar nuestros ingresos.
  • Saber optimizar y rentabilizar nuestro capital.
  • Ser capaz de encontrar nuevas fuentes de ingresos.
  • Planificar un futuro financiero sostenible.
  • Aprender a invertir y mostrar una gran creatividad en los negocios.
  • Generar los suficientes ingresos pasivos como para asegurar nuestra jubilación.

Esta nueva concepción de la inteligencia relacionada con las finanzas continúa expandiendo los límites de la inteligencia. Lo que parece una realidad incuestionable es que el concepto de inteligencia se resiste a encasillarse y permanece en constante desarrollo. Esto para mí, como profesional de la educación, es un signo de optimismo y esperanza. Cada día observo a mis alumnos, todos ellos presentan alguna dificultad en el proceso de aprendizaje de algunas de las materias. En algún caso puntual estos obstáculos parecen sobrepasarles. Pero nunca me atrevería a decir que alguno de ellos no es inteligente. Cuando los contemplo con atención puedo percibir que todos y cada uno de ellos tienen grandes inquietudes por diversos temas, el que más o el que menos tienen alguna habilidad con la que disfruta y en la que presenta grandes cualidades; y como cualquier niño, todos saben vivir con plenitud el momento presente mientras juegan, dejando de lado sus preocupaciones, miedos o angustias.

Desde Nueces y Neuronas te recomendamos que encuentres «tu elemento», ese campo o actividad que comprendes de forma natural, en el que pierdes la noción del tiempo y en el que notas que la pasión es el motor que te mueve. Toma conciencia y pregúntate con qué tipo de inteligencia está relacionado. Recuerda que la inteligencia es un abanico que se abre como un espectro de luz que traspasa un cuerpo transparente. Una vez que lo hayas conseguido trata de poner tus habilidades al servicio de los demás, aportando más valor a sus vidas, y entonces responde a la siguiente pregunta: ¿Te consideras inteligente?

A continuación os presentamos una serie de vídeos en los que José Antonio Marina nos introduce en el concepto de inteligencia ejecutiva. ¡Esperamos que os gusten!

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