
En esta entrada puedes aprender a través de un ejemplo sencillo y práctico, cuáles son algunas de las funciones de las emociones.
Greenberg, ejemplifica magníficamente para qué sirven las emociones con el siguiente fragmento:
“Estás de pie en la salida del metro en el lugar acordado para la cita, mirando tu reloj. Son las cinco y cuarto y se suponía que él estaría aquí a las cinco. ¿Dónde estará? Repasas mentalmente lo que le dijiste esta mañana antes de salir: “te veré a las cinco en la puerta de cristal, el lugar habitual, no llegues tarde”. Te confirmas esto a ti misma, sin duda quedó claro. Pero ¿dónde está? “Él sabe que tengo una cita a las cinco y media. ¿Puede haber tenido un accidente?” Son las cinco y veinte cuando miras el reloj de nuevo. “Siempre llega tarde”, murmuras, “simplemente no voy a quedar más con él”. Estás inquieta, un poco ansiosa. Tu diálogo interno continúa “esto es lo último que necesito al final de un día tan largo. Es tan desconsiderado, estoy realmente enfadada con él. Quizás haya ocurrido algo. ¿Ése es él? No, no es… ¿dónde puede estar?” Empiezas a caminar de un lado al otro. Comienza a lloviznar, así que tienes que entrar al edificio. Gracias a Dios la puerta es de cristal y todavía puedes estar pendiente de ver si se acerca el coche. Ahora estás realmente enfadada, son las cinco y veinticinco y no hay señales de él. Estás tensa y enojada, los músculos en tu estómago se contraen. Estás dando golpes rítmicos con el pie con creciente agitación. Tomas aire profundamente y te dices «trata de relajarte». Esto es extraño, piensas, quizás Ie ha ocurrido algo a uno de los niños. Puede que haya tenido que salir corriendo con alguno de ellos al hospital. Ahora estás asustada, preocupada y enfadada, todo a la vez. «Se va a enterar». Miras a través de la puerta. Todavía nada. Entonces, de repente, “¿podría ser él?” no lo sabes, espera, no, es otro coche del mismo tipo, pero no es él. En aquel momento, emergiendo inequívocamente del tráfico ¡Sí, ese es el coche!, es él ¿Qué puede haber pasado? Son las cinco y treinta y tres. “Se va a enterar”. Ves su cara de consternación. Tu estómago se relaja un poco. Al menos no se ha tomado todo esto con indiferencia “¿Qué ha pasado?», exclamas mientras abres la puerta impetuosamente. «Lo siento, me tumbé para una siesta y no escuché el despertador», dice disculpándose.
Aquí el enfado te informa de que tu propósito de llegar a la cita a tiempo se habrá frustrado y que te sientes ofendida. Luego, en interacción con el pensamiento y al cambiar las circunstancias, la emoción genera toda una serie de señales y reacciones. El pensamiento tuvo que seleccionar toda la información con la que se enfrentaba. Ocurrió lo siguiente.
La emoción te informó. Tu enfado te dijo que te sentías agraviada, mucho antes de que sopesaras o siquiera articularas la naturaleza de la injusticia. Después, la ansiedad, gratitud, decepción, agitación y alivio te bombeaban con noticias de circunstancias cambiantes relacionadas con tus preocupaciones y metas según se iban turnando, proporcionándote, con frecuencia, múltiples mensajes simultáneamente. Todo esto ocurrió antes de que pudieras evaluar conscientemente la situación. Lo que harás con esta información, cómo manejarás tu enfado y lo que ocurrirá en la escena siguiente dependerá de muchos factores.
Las emociones te prepararon para la acción. EI enfado te movilizó para un posible combate verbal. Bombeabas más sangre, tus músculos estaban preparados, tu respiración cambió. En ese lapso de unos quince minutos tu cuerpo atravesó por un torrente de cambios, tensándose, descargando, poniéndose más alerta, bombeando adrenalina, escudriñando atentamente, incrementando y disminuyendo la vigilancia y el ritmo cardiaco, acelerando a diferentes niveles en diferentes momentos. Tu cuerpo tenía que moverse para manejar toda esta activación: los pies golpearon rítmicamente, las piernas fueron y vinieron, las glándulas sudaron, te agitaste. Luego el alivio, y una ola de neuroquímicos que bañaron tus sinapsis activas como un bálsamo calmante.
Las emociones vigilaron el estado de tu relación. Tus emociones te hicieron notar que el vínculo con tu compañero sentimental estaba indudablemente interrumpido, aunque fuera momentáneamente, te estabas sintiendo ofendida y ni siquiera hacía falta que pensaras en ello. Las emociones evaluaron si las cosas estaban saliendo como querías. Tus emociones te alertaron de que tu meta de llegar a la cita a tiempo estaba siendo frustrada.
Las emociones actuaron como una señal para otras personas. Tu agitación era patente cuando entraste en el coche, como lo eran también sus disculpas cautelosas. Estas expresiones mostraron tus estados emocionales y organizaron, previamente, la interacción que se daría a continuación. Cómo se desarrollará todo esto estará influenciado por cada uno de tus precedentes estados emocionales, vuestras personalidades más globales, vuestra historia común alrededor de este tipo de situaciones y por la forma en que los dos tendéis a interactuar en general, especialmente, en relación a vuestro enfado. Una cosa sí está clara, el enfado tiene que ser resuelto de alguna manera.
La expresión no es siempre la solución. Un ataque a tu esposo cuando llegó no hubiera estado demasiado acertado. Sin embargo, expresar de algún modo lo que sientes parece apropiado y puede ayudar a corregir las cosas. Quizás, él entenderá el mensaje de que continuos retrasos por su parte podrían poner en peligro vuestra relación. Expresar en voz alta todo lo que había atravesado por tu mente mientras esperabas, ansiedad, anticipación, preocupación, temor, alivio, hubiera hecho que fuera imposible funcionar y hubiera resultado extraño. Algunas personas, que están extremadamente ansiosas y han perdido la capacidad de regular sus sentimientos, murmuran constantemente y hablan consigo mismas en voz alta. De cualquier modo, tu cuerpo estaba expresando mucho, pero eso no estaba ayudando realmente a cambiar la situación. Es importante decidir qué expresar y cómo actuar ante las señales. Decidir cómo enfrentarse a tu marido por su retraso y cómo manejar su respuesta y tu reacción subsiguiente, así como calmarse, requerirá de verdaderas habilidades para obtener el resultado deseado. Pero sin enfado no tendrías una forma real de proteger tus límites de una invasión. Es posible que simplemente aceptaras cualquier cosa que viniera; podría parecer que tienes un buen corazón pero, probablemente, lo que serías es emocionalmente plano y mucha gente te pisotearía. El enfado te lleva a decidir proteger tus límites cuando la razón por sí misma, quizás, abandonaría.
El pensamiento puso la emoción en perspectiva y le dio sentido. Que no oyera el despertador y que se excusara sinceramente redujo, en gran medida, tu sensación de agravio. Sin embargo, que ésta no fuera la primera vez que había llegado tarde sugiere que se requiere cierta acción. En esta escena el enfado te preparó para proteger tus límites. El pensamiento y la resolución de problemas fueron necesarios para evaluar el grado de agravio y el rumbo de acción. Esa era, claramente, una situación emocional compleja. Habías estado sintiendo todo tipo de sentimientos; enfado, ansiedad, preocupación, gratitud (por la puerta de cristal), decepción, sobresalto y alivio, por mencionar algunos. Dicha experiencia emocional implicó sentir, pensar, hacer, reaccionar, imaginar, planificar, actuar y mucho más. Involucró el cuerpo y la mente; fisiología, química, hormonas y neuronas. No es de extrañar que sea tan complicado manejar las propias reacciones emocionales. Sabes que ponerte a gritarle no es la mejor manera de resolver tu enfado pero tampoco lo es ignorarlo.
Gran ejemplo.
Publicáis muy buenos artículos.
Mi más sincera enhorabuena.
Un saludo.
¡Muchas gracias Verónica!