
La científica española Maria Blasco, licenciada en Ciencias Biológicas, doctora en Bioquímica y Biología Molecular, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) nos dice que desde el punto de vista evolutivo, el envejecimiento cerebral y físico, no es un proceso programado ya que no tenemos ningún gen encargado de dirigirlo. No obstante éste se produce porque, una vez hemos sobrepasado la edad óptima para la reproducción, nuestro organismo no invierte más recursos en conservar nuestras células sanas. De este modo la doctora Blasco mantiene que si fuésemos capaces de conocer cuáles son esos mecanismos moleculares que nos mantienen jóvenes y sanos hasta los 30 o 40 años, podríamos retrasar la aparición de enfermedades asociadas al proceso de envejecimiento.
Actualmente, el límite de la longevidad humana se estima entorno a los 120 años. El registro de la persona más longeva es el de Jeanne Calment, mujer de nacionalidad francesa que vivió 122 años y 164 días. No obstante, la vida media en España ronda los 85 años. María Blasco mantiene que nuestra carga genética solo determina nuestra longevidad en un 20%, de modo que el 80% restante suele ir asociado a factores relacionados con los hábitos y el modo de vida como la exposición a factores estresantes, alimentación, descanso, ejercicio físico, consumo de substancias nocivas,…
La doctora Blasco está investigando el proceso degenerativo que se da en los telómeros de los cromosomas y que está relacionado de forma directa con el envejecimiento. Los cromosomas son unas estructuras altamente organizadas, formadas por ADN y proteínas, que contiene la mayor parte de nuestra información genética. Estas estructuras tienen unos extremos protegidos por unos “capuchones” llamados telómeros, formados por una enzima llamada telomerasa, que contiene nuestro material genético. Lo que ocurre es que en el proceso natural de replicación celular para regenerar nuestros tejidos, estos telómeros se van acortando. Esto ocurre porque la síntesis de telomerasa se activa en el desarrollo embrionario, pero deja de producirse desde el nacimiento. Esto provocaría el envejecimiento de nuestro organismo.
La bioquímica australiana Elizabeth Blackburn, descubridora de la telomerasa y galardonada con el Premio Nobel de medicina en 2009, descubrió que el estrés percibido favorece el acortamiento telomérico de los cromosomas. Blackburn y su equipo pudieron comprobar en laboratorio que las personas que vivían sometidas a situaciones de estrés ―cuidar de un hijo enfermo, de una pareja con demencia senil o que padecían alguna enfermedad crónica― presentaban un mayor acortamiento en sus telómeros que el grupo control, debido a la exposición al estrés al que estaban sometidos. Desde un tiempo hasta ahora ya se conocían los efectos negativos que tiene la exposición al estrés crónico para nuestro sistema cardiovascular, nuestro bienestar psicológico o nuestro sistema inmunitario, pero ahora también sabemos que es un acelerador de nuestro envejecimiento celular.
La doctora Blackburn incide en que todos podemos pasar situaciones de estrés de forma puntual como correr una media maratón, impartir una conferencia o presentarnos a una entrevista de trabajo, pero es el estrés crónico lo que supone una verdadera amenaza para nuestra salud. Por este motivo, llevar a cabo prácticas meditativas puede retrasar el envejecimiento cerebral debido a que ayudan a conservar en mejor estado, y durante más tiempo, la telomerasa que protege nuestro material genético.
El doctor español en Psicología Clínica Baltasar Rodero Fernández, premiado en 2010 con el primer Premio Nacional de Investigación en Fibromialgia, comparó los efectos de la meditación en laboratorio sobre un grupo de expertos meditadores y un grupo control sin experiencia en estas prácticas, y puedo comprobar que los individuos con experiencia en meditación mostraban una longitud telomérica significativamente mayor que la del grupo control.
Richard Davidson, experto mundial en el impacto neuroplástico intrínseco de las emociones positivas, y uno de los neurocientíficos líderes del mundo, dirigió algunas de las primeras investigaciones sobre los cambios emocionales cerebrales asociados con la meditación. En colaboración con el Dalai Lama, estudió la función cerebral de los monjes budistas que se habían entrenado en la meditación por períodos variables de tiempo. Observó que los cerebros de los monjes funcionaban de manera diferente cuando meditaban y diferían de los cerebros de los meditadores poco entrenados. Pudo comprobar los efectos sobre la plasticidad anatómica y funcional del cerebro de la meditación a largo plazo. Entre estos destacó que la corteza prefrontal izquierda de la parte del cerebro que regula las emociones positivas como la felicidad, había aumentado de volumen (Davidson et al., 2003; Davidson & Lutz, 2008). También se apreció un aumento de la sustancia blanca (formada por axones neuronales) que conectaba la corteza prefrontal―estructura que forma parte de nuestro “cerebro racional”― a la amígdala ―estructura perteneciente a nuestro sistema límbico o “cerebro emocional”― en individuos dotados de mucha experiencia en este tipo de prácticas contemplativas (Kim & Whalen, 2009).
Todo esto sugiere que la puesta en práctica de disciplinas contemplativas como el Mindfulness puede ayudar a que las estructuras de nuestro sistema límbico se comuniquen mejor con la corteza cerebral, ayudándonos a regular mejor nuestros estados emocionales y minimizar el impacto del estrés percibido, el cual resulta dañino hasta el punto de acelerar el acortamiento de los telómeros de nuestros cromosomas. A través de estas prácticas contribuiremos a conservar en mejor estado la telomerasa que protege nuestro material genético y nuestras células envejecerán a menor velocidad.
En el siguiente vídeo podemos ver la noticia en la que el doctor Baltasar Rodero explica los resultados obtenidos sobre los telómeros en un grupo de meditadores expertos.
Desde hace años se comenta que la meditación profunda genera en nuestro cuerpo una disminución de la temperatura corporal. Lo cual hace disminuir notoriamente el trabajo celular logrando un reposo celular importante. Lo cual trae por consecuencia una disminucion en la formación de radicales libres . Semejante o apoyando así la disminución del gasto de la enzima superoxido bismutasa. Comparado con lo que hoy se publica. Resulta aparentemente diferente sin embargo es lo mismo.
Quiero saber si estoy en lo correcto , pues de no ser así cual fundamento me dan para cambiar esta opinión . GRACIAS
Hola Gerardo. Desde hace bastante tiempo, los científicos también han relacionado la acumulación de radicales libres con el proceso de envejecimiento, con lo cual, es muy probable que ambos estudios, aunque diferentes, estén relacionados. No estoy al tanto de los estudios que has comentado, no obstante sabemos que uno de los posibles efectos de la meditación es que puede favorecer la circulación periférica, debido a los efectos de la vaso-dilatación derivados del estado de calma. Esto podría hacer disminuir la temperatura corporal y provocar los efectos que comentas. Gracias por tu comentario, ¡seguiremos investigando! Un saludo.