Neuroplasticidad cerebral y emociones positivas

Como vimos en entradas anteriores, la neuroplasticidad o plasticidad cerebral puede definirse como la tendencia natural de la arquitectura cerebral a desplazarse en direcciones positivas o negativas en respuesta a influencias intrínsecas y extrínsecas. Actualmente, debido a un nuevo conjunto de conocimientos y al avance tecnológico en el ámbito científico, sabemos que nuestro cerebro es moldeable y modificable, no solo en etapas sensibles de desarrollo como se afirmaba hasta no hace mucho, sino a lo largo de todo nuestro arco vital.

Nuestro cerebro se transforma constantemente mediante la vivencia de experiencias, creando nuevas neuronas, realizando nuevas conexiones entre las ya existentes y activando o inhibiendo el funcionamiento de circuitos neuronales. Los últimos hallazgos evidenciados desde el campo de las neurociencias muestran claramente el potencial para mejorar la plasticidad cerebral (Goh & Park, 2009) proporcionando a los seres humanos una esperanza sin precedentes para nuestro futuro.

La discusión de la neuroplasticidad comienza fundamentalmente con el trabajo de la profesora de anatomía del Departamento de Investigación de Biología, en la universidad California, Marian Diamond. El papel del enriquecimiento ambiental sobre la conducción de la plasticidad cerebral en una dirección positiva fue una de sus contribuciones fundamentales (Diamond et al., 1971, Malkasian & Diamond, 1971, Uylings et al. 1978). Durante su investigación, alojó doce ratas de laboratorio en una jaula grande y se les proporcionó diferentes objetos y juguetes para estimularlas. Después de ochenta días en esas condiciones, estas ratas presentaban diferencias a nivel cerebral, de aquellas otras que vivían aisladas en jaulas convencionales y que configuraban el grupo de control. La corteza cerebral de las ratas estimuladas era un 6% más gruesa, y sus neuronas presentaban dendritas más largas, con más ramificaciones y con un mayor número de sinapsis (conexiones entre neuronas).

Además estas ratas sobrevivieron 904 días, lo que supuso un aumento del 50% de su longevidad. Diamond calculó que esta supervivencia era equivalente a la de una persona de 90 años de edad, y el impacto positivo sobre la neuroplasticidad todavía se evidenciaba de forma objetiva. Diamond enfatizó que la estimulación mejoró la anatomía cerebral durante toda la vida, desde el periodo prenatal hasta la ancianidad. Este enfoque psicológico positivo supuso la base científica para contrarrestar el mito de la decadencia normal del envejecimiento, con cierto optimismo sobre el potencial de envejecimiento de las células cerebrales y el beneficio de la continua estimulación activa.

Esta investigación también evidenció la importancia de estimular la expresión de las emociones para establecer conexiones entre la corteza cerebral y el sistema límbico, incluyendo la activación de la amígdala, el hipotálamo y el hipocampo, apuntando que el bienestar emocional puede ser muy esencial para la supervivencia intelectual.

Otros estudios posteriores también han venido a concluir que la herencia no controla nuestro destino (aunque pueda influir en él). Richard Davidson, experto mundial en el impacto neuroplástico intrínseco de las emociones positivas, y uno de los neurocientíficos líderes del mundo, impresionado por la facilidad con que el pensamiento puede mover a un ser humano de estar sano a la profundidad de la depresión o el pánico, dirigió algunas de las primeras investigaciones sobre los cambios emocionales cerebrales asociados con la meditación. En colaboración con el Dalai Lama, estudió la función cerebral de los monjes budistas que se habían entrenado en la meditación por períodos variables de tiempo.

Davidson observó que los cerebros de los monjes funcionaban de manera diferente cuando meditaban y diferían de los cerebros de los meditadores poco entrenados. Pudo comprobar los efectos sobre la plasticidad anatómica y funcional del cerebro de la meditación a largo plazo. Entre estos destacó que la corteza prefrontal izquierda de la parte del cerebro que regula las emociones positivas como la felicidad, había aumentado de volumen (Davidson et al., 2003; Davidson & Lutz, 2008). También se apreció un aumento de la sustancia blanca (formada por axones neuronales) que conectaba la corteza prefrontal a la amígdala en individuos altamente silientes (Kim & Whalen, 2009). Además se halló un mayor número de conexiones entre el hipocampo y otras estructuras cerebrales, que sugerían vías utilizadas para el almacenamiento y recuperación de la memoria.

La práctica de ciertas formas de meditación puede fortalecer la atención permanente y la atención selectiva (Slagter et al., 2009; Lutz et al,. 2008). La magnetoencefalografía ha mostrado cambios en los patrones cerebrales asociados con la atención focalizada después de solo ocho semanas de reducción del estrés basado en la atención plena (Kerr et al., 2001).

De todo esto podemos concluir lo siguiente:

  • La participación activa del sujeto es esencial para observar cambios en el cerebro. Esto significa que muchas veces no es suficiente con querer cambiar de mentalidad, sino que habrá que llevar a cabo determinadas acciones durante un tiempo determinado.
  • Para que estos cambios se lleven a cabo es necesario enfatizar las emociones positivas y las interacciones con un entorno enriquecedor. Esto posibilitará la activación, motivación y estimulación del sujeto.
  • Los cambios cerebrales pueden darse a cualquier edad. Si bien es cierto que los niños son más susceptibles a determinados aprendizajes, esto no significa que los adultos no puedan adquirir nuevos conocimientos y habilidades que provoquen cambios reales en su cerebro.
  • La dedicación, el esfuerzo, y la perseverancia son necesarios para conseguir estos cambios. Los nuevos circuitos neuronales, así como las nuevas sinapsis se establecerán de forma consistente siempre que dediquemos el tiempo necesario a la adquisición de esa nueva habilidad o faceta.

Como podéis comprobar tenemos la posibilidad de ser los escultores de nuestros propios cerebros. A continuación os dejamos un vídeo que habla sobre neuroplasticidad cerebral. ¡Esperamos que lo disfrutéis!

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