
Tal vez no sepas cuál es la finalidad de que sintamos miedo o cuál es su utilidad, pero seguro que eres capaz de enumerar un listado de cosas que te provocan esta emoción. Esto ocurre porque el miedo se caracteriza por la sensación especialmente desagradable que nos provoca y que se produce cuando percibimos un posible peligro, tanto de origen real como imaginario.
Nuestro sistema límbico es el encargado de generarnos esta emoción con la finalidad de garantizar la supervivencia. Este sistema revisa de manera constante la información recibida mediante los sentidos, y lo hace a través de la amígdala, una pequeña estructura cerebral en forma de almendra que controla las emociones básicas ―entre ellas la del miedo―, y se encarga de localizar la fuente del peligro.
El miedo produce cambios fisiológicos inmediatos como el aumento de la presión sanguínea y la frecuencia cardíaca, el aumento del riego sanguíneo en las extremidades ―con la finalidad de huir o luchar― o la dilatación de las pupilas ―para captar mejor los estímulos visuales―. Además, para poder fijar nuestra atención en el foco del peligro, los lóbulos frontales se desactivan parcialmente evitando que nuestra atención oscile de una cosa a otra. Es importante que sepamos que los lóbulos frontales tienen una gran relación con los procesos creativos y los de toma de decisión, motivo por el cual puede ser muy perjudicial prolongar determinados miedos en el tiempo, ya que pueden anularnos convirtiéndonos en individuos menos eficaces y resolutivos.
En líneas generales el miedo puede provocar tres posibles respuestas:
- La huida. Permitiéndonos alejarnos del foco del peligro y garantizando nuestra seguridad. Es una respuesta eficaz ante posibles peligros físicos reales como podría ser la posible presencia de un depredador. No obstante es una respuesta que nos impide superar determinados miedos de carácter menos extremo, ya que si mantenemos una conducta de evitación durante un largo periodo de tiempo y nunca nos exponemos a esa situación que nos asusta, difícilmente nos podremos habituar a ella o desarrollar las habilidades necesarias para afrontarla. Por ejemplo, si me da miedo actuar en un escenario y siempre evito esta situación, al no exponerme a ella no acabaré por adoptar las herramientas necesarias para hacerle frente.
- El bloqueo. Se da ante aquellas situaciones que nos provocan una sensación de parálisis. En el entorno salvaje algunos animales se quedan totalmente paralizados ante la presencia de un posible depredador con la finalidad de confundirse con el ambiente y no ser detectados. En nuestro entorno social esta función no suele tener una aplicación tan efectiva, pero puede servirnos para detenernos, hacer un pequeño ejercicio de introspección y a posteriori planificar una estrategia de afrontamiento cuando la situación vuelva a aparecer.
- La lucha. Se da en aquellas situaciones en las que nos enfrentarnos al peligro, ya sea porque no tenemos más remedio o porque así lo hemos decidido. Suele ocurrir cuando no tenemos otra alternativa, ya que exponernos al peligro de forma repentina y sin una preparación previa nos supone un riesgo.
El miedo es endémico en nuestra cultura, y algunos de los miedos que más malestar nos generan tienen un origen sobretodo de carácter cultural. Algunos de estos miedos más comunes serían los siguientes:
- El miedo a lo desconocido. A veces preferimos vivir una situación incómoda pero predecible, que otra cuyo resultado final no podemos vaticinar. Ese es el motivo por el cual muchas personas no son felices con la vida que llevan pero se resisten tanto a cambiarla. Las personas que padecen este tipo de miedo suelen llevar a cabo unas rutinas muy marcadas y muestran una gran resistencia a probar experiencias nuevas, moverse por ambientes diferentes a los que conocen, o escuchar con objetividad opiniones diferentes a las suyas en una conversación. El miedo a lo desconocido puede acabar por aniquilar nuestra curiosidad.
- El miedo al fracaso. Tiene cierta relación con el anterior. Es un miedo bastante extendido, ya que en nuestra cultura el error está muy estigmatizado y por ese motivo una gran parte de los individuos de nuestra sociedad teme cometerlos. Es muy probable que tenga un origen basado en el sistema educativo, ya que a lo largo de toda la escolarización no todos acabamos descubriendo cuales son nuestros talentos y nuestras fortalezas, pero seguro que sí que tenemos claro qué cosas no se nos dan bien o en cuales no somos especialmente buenos. Esto ocurre porque la educación que recibimos se basa en la penalización de aquellas actividades o tareas que no hacemos correctamente. Por desgracia esta manera de pensar se extrapola al resto de los planos de nuestra vida en sociedad y eso genera que tengamos un miedo atroz a equivocarnos. El mejor antídoto contra este miedo es la preparación, ya que si desarrollamos nuestras habilidades podremos estar a la altura del reto que se nos presente. Además deberemos comprender que el error es el mejor aprendizaje, motivo por el cual no tenemos que temerle cuando salgamos de nuestra zona de confort.
- El miedo a hablar en público. Es un miedo muy generalizado, y se debe principalmente a dos motivos. El primero es que cuando vamos a dar una charla nuestra atención busca de forma selectiva las caras de tristeza y aburrimiento. Esto nos hace pensar que la información que estamos dando no es correcta o que la estamos presentando de una manera equivocada, lo cual nos genera un diálogo interno negativo. El segundo es la incertidumbre, ya que no sabemos cómo va a reaccionar nuestro público y nuestra imaginación nos hace imaginar el peor de los escenarios. Es un miedo que solo se suele superar por decisión propia, ya que si no decidimos formarnos en este ámbito, de normal pasamos la vida huyendo de este tipo de situaciones y al no exponernos a ellas no solemos mejorar nuestras habilidades ni logramos reducirlo.
Normalmente cuando sentimos cualquier tipo de miedo solo deseamos escapar, pero por el contrario parece lógico que la mejor conducta para combatir el miedo es el afrontamiento directo del estímulo o situación al que tememos. Para ser capaces de afrontar adecuadamente y superar el miedo generado por un estímulo o situación hay que prepararse para ser capaces de actuar con eficacia en esta situación y por otro lado hay que exponerse con cierta frecuencia a estas situaciones, para experimentar la emoción de miedo y no huir de ella, sino afrontar la situación.
Para mantener la calma en una situación de un nivel elevado de estrés, o en una situación en la que sintamos miedo por cualquier motivo, es verdaderamente importante aprender a controlar y trabajar sobre nuestras reacciones fisiológicas. El control físico del miedo es fundamental para mantener la calma en una situación en la que sentimos esta emoción.
Habitualmente no somos conscientes de la importancia de nuestras señales físicas y su repercusión en nuestro estado psicológico. Solemos pensar que cuando sentimos una emoción nuestro cuerpo se activa de una determinada manera y lanza una serie de señales, las cuales normalmente están relacionadas con la expresión de dicha emoción. Esto es cierto, pero el proceso no es unidireccional, cuando expresamos físicamente una emoción a través de un gesto en el rostro, o una posición corporal… también se está mandando una señal a nuestro cerebro, que le dice como nos encontramos. O sea, que cuando sentimos una emoción el cuerpo la expresa, pero curiosamente cuando el cuerpo expresa una emoción el cerebro también la genera. Esto lo saben los practicantes de Yoga y artes marciales, por eso entrenan su cuerpo de forma disciplinada para aprender a mantener la calma, controlar sus nervios y transmitir ―y generar― una mayor seguridad.
Desde Nueces y Neuronas os recomendamos que os expongáis de forma gradual a aquellas situaciones que os provoquen miedo. Para ello preparaos previamente, de modo que podáis conseguir las habilidades requeridas para superar el reto con éxito ―recordad que uno de los mayores enemigos del miedo es el aprendizaje―. También es recomendable que practiquéis alguna técnica sencilla que os ayude a mantener la calma en situaciones límite, como podría ser la respiración diafragmática. Además os invitamos a realizar la siguiente actividad para que toméis conciencia de vuestros miedos.
ACTIVIDAD
- Objetivo: Identificar nuestros miedos y comenzar a reflexionar sobre su naturaleza.
- Descripción:
- Escribiremos en un folio, un listado de aquellas cosas que nos gustaría hacer, o que nos hubiese gustado hacer, y que sabemos que no llevamos a cabo porque tenemos algún tipo de miedo que nos lo impide.
- Una vez hayamos realizado este listado, deberemos redactar con el máximo detalle posible, qué creemos que podría ser lo peor que podría ocurrirnos si llevásemos a término estas acciones.
- Posteriormente contestaremos por escrito a las siguientes preguntas:
-¿Realmente pienso que sería tan grave si ocurriese?
-¿Este miedo que me lo impide tiene algún sustento real, o por el contrario tiene más bien una tonalidad irracional?
-¿Compensarían las ventajas o la recompensa que obtendría de realizar estas acciones, el posible daño o los inconvenientes que me reportaría?
FELICIDADES POR SU BLOK MUY COMPLETO, Y GRACIAS POR COMPARTIR TEMAS TAAANNNN INTERESANTES Y ÚTILES; PERFECTAMENTE EXPLICADOS. GRACIAS 4.
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